El rostro pálido de Soweto

 

Por Iñaki Zarata


Definitivamente el pequeño-gran Paul es caso aparte. Ni el ejemplo mas paralelo de Johnny Clegg y sus Savuka o la unión de Peter Grabiel - Youssou N’Dour tienen mucho que ver con el extraordinario montaje apellidado Graceland. De entrada, Simon hace honor a su imagen de hombre sencillo apareciendo en escena como uno más, retirandose discretamente a las sombras de los focos cuando hace falta y protagonizando en solitario apenas unos raudos minutos de esas dos horas y media de pura fiesta. Podría pensarse en un bien estudiado papel de “chico majo” frente a sus invitados pero parece que no, que el neoyorquino rinde pleitesía de honor e igualdad a los Black Mambazo, Masakela o Miriam Makeba. Al menos frente al publico, porque su liderazgo real en cuanto a ideólogo mayor de Graceland si tiene compensación privilegiada en la propaganda y en las relaciones exteriores a los conciertos.
Lleva ya este show de Simon y amigos tres años por el mundo y eso significa que se sabían previamente al detalle los entresijos del mismo. En el concierto del sábado en un velódromo de Anoeta que no reventó - algo así como unos 8.000 espectadores- se repitió al detalle el esquema preestablecido. Pero eso no quito colorido, intensidad y hasta 24 personas pasando por escena y dividido en capítulos bien diferenciados, no parece ofrecer muchos resquicios a la improvisación. La maquina funciona por tanto bien engrasada y el resultado es un concierto largo, pero no pesado, homogéneo pero plural.

EL ANTIHÉROE
Esta vez fallaron los mas jóvenes, UB 40 o The Cure, muiscas mucho mas cercanas a la gente adolescente, los propios Mecano que actuaban 24 horas después y quizás la escapada sanferminera dejaron el amplio velódromo libre para un publico bastante mas maduro de lo que suele ser habitual en los espectáculos rock de Anoeta. Unos espectadores entre los que se podía observar a ese sector “dominguero” que se dedica a hablar en voz alta cuando el mensaje es precisamente mas sutil porque anhela la llegada de las palmas de “marcha” o el gastado numerito del mechero en ristre...Es curioso comprobar que el publico mas joven suele caer embelesado ante su artista favorito y no pierde el tiempo en comentarios de grada de futbol, mientras sus hermanos mayores o padres disfrutan una vez al año de la música pop con muchos menos entusiasmo. El espacio del palco se lleno el sábado a rebosar con caras poco habituales durante el resto del año incluidos algunos “notables” de la ciudad y el propio alcalde donostiarra, Xabier Albistur, quien al parecer departió dicharacheramente con Paul Simon antes del concierto.
La música occidental y la africana, el pop rostro pálido y los calientes ritmos negros se entrelazaron en perfecta síntesis cuando Paul Simon y sus siete principales apoyos salen a escena. El primero, diminuto, muy amplio de hombros, en camiseta blanca de barquitos, vaqueros y botas camperas y con una imagen global de antihéroe. Los segundos, mezclando la seriedad del guitarra, con gafas Selolwane, del bajista Khumalo o del teclista-acordeonista Cedras con el contagioso ritmo del primer guitarra Phiri, la efectividad a la batería de Mtshali y la fuerza a la percusión de Ansante y Fuster. Todos ellos músicos de excepción. Los adornos los ponen el dúo de saxofones Rose y Rachabane y las tres coristas Mndebele, Caluza y Fazakerley. Solo Paul Simon es blanco entre tanta piel negra y no se vio rastro de su hijo, al que algunos periodistas dicen haber visto a la guitarra en algún concierto europeo. La mayoría de músicos y voces vienen de Sudáfrica a excepción de los percusionistas (de Ghana y Sierra Leona) y del segundo guitarrista, que procede de Botswana.

REIVINDICACION NEGRA
Sudafricanos y venerables representantes de la cultura musical de aquel castigado país, son el trompetista Masekela, el corode los Black Mambazo y Makeba. Ellos pusieron la sal mas auténticamente racial al espectáculo con espectaculares coros y bailes de los Mambazo, alguna personal incursión de Masakela en los orígenes -el tren minero de Stimela- a las canciones tradicionales de la elegante Makeba. Simon ofrece casi la totalidad del lp Graceland, colabora con los Mambazo y retrocede hacia su pasado en Late in the evening (apoteosis de la acción de viento) y sobre todo un The boxer acústico adornado con acordeón y un Sound of silence eléctrico; ambos divinos. Mandela, los niños sudafricanos -Soweto blues- y África entera en el canto reivindicativo final - N’kosi Sikelele África-, con todos los músicos en escena, fueron la reivindicación negra de un espectáculo perfecto.







10 de Julio de 1989
El Correo del pueblo Vasco

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