Paul Simon debuta en
Broadway con el musical
"El hombre de la capa"

 

Por Diego A. Manrique


The Capeman es puro Broadway y del caro. 40 personas en el escenario, con un reparto encabezado por Rubén Blades, Marc Anthony y Ednita Nazario. Coreografía de Mark Morris. Una banda de primera dirigida por Óscar Hernández. En total, una inversión de siete millones de dolares. Y un éxito en potencia: ya sa han vendido buena parte de las localidades para la representaciones de ensayo, que se celebrara hasta la víspera del estreno oficial.
Para Simon, The Capeman también supone una vuelta a sus años tiernos. Como todos los neoyorquinos que han superado los 50, estuvo obsesionado por el hombre de la capa. Una historia a lo West Side Story pero dolorosamente real: en 1959, Salvador Agrón, un puertorriqueño de 16 años, mato a dos adolescentes. Otro episodio de las sangrientas guerras de bandas con el agravante de que las victimas eran anglosajonas y no estaban implicadas en el conflicto. Agrón era casi analfabeto y su apodo respondia a que usaba una capa de enfermera forrada con saten rojo para hacer meritos dentro de su pandilla, The Vampires. Cuando le detuvieron no mostro arrepentimiento: “No me importa que me achicharren; mi madre ira a verlo”.

CONDENADO

Fue condenado a la pena capital, y paso tres años en el corredor de los condenados a muerte. Un comité de liberales, encabezado por Eleanor Roosevelt, la incansable viuda del famoso presidente, consiguió que el gobernador Rockefeller conmutara la sentencia. Simon tuvo pesadillas con aquellos sucesos, y a principios de los noventa investigo el caso. Descubrió que Agrón se redimido en la cárcel: tras refugiarse en la religión, supo educarse y se convirtió en poeta y escritor político. Fue un preso nada problemático hasta que, a punto de conseguir la libertad bajo palabra, se escapo a Arizona, donde vivía una mujer con la que mantenía correspondencia. Finalmente se entregó, pasó unos años más entre rejas y murió en el Bronx en 1986.
Simon tuvo acceso a la autobiografía de Agrón, hablo con su familia y sus conocidos, agonizó sobre la conveniencia de colocar como protagonista a un asesino... y tiro adelante con el proyecto. Aunque ya tenia experiencia con narrativas extensas -su película One Trick Pony, de 1980-, aquí colaboró con Derek Walcott, que sabe lo que significa escribir para el teatro y que, al ser una gloria literaria antillana, puede servir como pararrayos en el caso de que la comunidad puertorriqueña se sienta ofendida con The Capeman.
Musicalmente, The Capeman es un triunfo. Simon domina el secreto de los grandes compositores de musicales: canciones accesibles a la primera escucha pero que no cansan ya que van revelando sutilidades. Los sonidos borinqueños -de la “bomba” y la “plena” a la “salsa” mas robusta- están presentes, pero también hay rock and roll, doo wop, country y blues, sin olvidar esas baladas reflexivas que son la marca de la casa.
Songs From The Capeman puede ser el primer disco de Paul Simon que lleve la obligada pegatina de advertencia con la que los bienpensantes de Washington creen estigmatizar a las canciones que tratan de la violencia o usan lenguaje fuerte. De hecho, unos de los encantos de la obra es oír a Simon cantar versos como “If you got, cojones, come on, mete mano” sobre un fibroso ritmo salsero.


24 de Noviembre de 1997
El País
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