Musical con Acento Latino

 

Por Silvia Maestrutti


Ubicado estratégicamente a un costado del escenario, Paul Simon no pudo evitar la tentación de espiar cómo recibía la platea un avance de su primer musical, The Capeman (El hombre de la capa), a estrenarse en Broadway el 8 de enero. Esto ocurrió el lunes por la noche en un pequeño teatro de la calle 47, donde el público invitado, compuesto en buen número por periodistas, debió esforzar su imaginación para recrear una escenografía y un vestuario ausentes con aviso dada la anticipación.

Los tres protagonistas latinos del musical -Rubén Blades, el joven salsero Marc Anthony y la baladista puertorriqueña Ednita Nazario- se uniformaron de negro mientras interpretaban algunas de las 36 canciones que Simon -con la colaboración en las letras del escritor Derek Walcott- lleva siete años componiendo.

"Esta fue mi primera vez y en cada etapa se iban presentando problemas -había dicho el músico un rato antes-, el más importante fue el hacer que los distintos instrumentos acústicos sonaran bien. La banda (integrada también por algunos de los músicos salseros de Anthony) suena poderosa y eso va a ser una originalidad. Hasta ahora, nadie le ha prestado atención a una banda en Broadway".

The Capeman cuenta la historia de Salvador Agron, un joven puertorriqueño criado en Nueva York, líder de una pandilla apodada Los Vampiros por las capas negras que usaban para distinguirse. Agron hizo historia en 1959, a sus 16 años, al convertirse en el primer adolescente en ser condenado a muerte por asesinar a dos jóvenes norteamericanos a los que confundió con miembros de una pandilla rival. Después de que le conmutaran su pena a cadena perpetua, pasó entre rejas casi 20 años -ahí aprendió a leer y escribir y se convirtió en poeta- hasta obtener la libertad bajo palabra. Murió en el Bronx en 1986, siete años después de liberado.

Esa es la historia que impactó a Simon, que nombra a Evita entre los musicales que más le han gustado. "Recuerdo haber leído los titulares de la época, los tabloides le dieron el mote de encapotado y ese nombre me pegó fuerte. Y la idea terminó de germinar en 1987, cuando estaba en tour con Graceland, al ver cómo en el escenario Miriam Makeba, Lady Black Mambazo, Hugh Masekela y yo parecíamos el elenco de un musical. Después de eso, sólo fue cuestión de tiempo". Y de seleccionar a los protagonistas, entre ellos a un amigo personal, el talentoso Rubén Blades.

Pero que nadie piense que ésta es una historia de pandillas, a la Amor sin barreras, anticipó el músico. "Es una historia que trata sobre la posibilidad de redención, que se pregunta si la sociedad alguna vez perdonará a quien ha hecho algo mal, si esa persona se perdonará a sí misma. Y que bucea en conflictos raciales entre las distintas comunidades en Nueva York, que todavía siguen vigentes".

Entre los ocho cuadros musicales presentados el lunes por el director y coreógrafo de la obra, Mark Morris, se puede ver la resistencia inicial de Agron (interpretado en su juventud por Anthony) a formar parte de la pandilla, el intento de su madre (Nazario) por obtener el perdón de las madres de los dos jóvenes asesinados por su hijo y la huida de la cárcel del protagonista (ya de 38 años e interpretado por Blades), a seis meses de obtener su libertad bajo palabra, para ir a Arizona a buscar a una mujer que lo enamoró enviándole a la prisión cartas románticas. En ese tema, Trailways, el propio Simon se acercó a un micrófono para incorporarse al elenco, algo que no se repetirá después del estreno.

La música, que saldrá en formato de CD el 18 de noviembre, es un compendio de salsa, guajiras, boleros y música tradicional puertorriqueña, con profusión de títulos que llevan palabras en español y el toque innegable de Simon, quien en los últimos tiempos experimentó con sones africanos y brasileños y ahora muestra su aproximación a la música caribeña. "Fue un aprendizaje para mí", reconoció el músico, quien además de pedir disculpas por no saber hablar en castellano, nombró al actor Eddie Palmieri, junto a Blades, como a sus grandes influencias dentro de la cultura latina.

Su apuesta es fuerte, mucho más allá de los 11 millones de dólares que, se dice, gastó en la producción en la que participa. Broadway está pasando por una de sus peores crisis, con sólo una treintena de obras en otras tantas salas, y muchas de ellas semivacías.

The Capeman intentará además atraer al público latino de Nueva York, unos dos millones de personas reacias hasta ahora a pagar 75 dólares por una entrada. Y deberá también sortear a la crítica, que no suele ser muy amable con las figuras del pop que se acercan cada vez más a sus salas. Por estos días, también Barry Manilow está preparando su desembarco en Broadway y los Bee Gees planean reeditar la fiebre de sábado por la noche en Londres.

"Me gustó el desafío, traté de volcar todo lo que yo sé en este medio. Pero es todo tan nuevo para mí que no sé qué pasará ahora", había confesado cándidamente Simon antes de presentar su obra. Su impaciencia por averiguarlo lo haría después asomarse al escenario, desprolijamente, para testear la reacción de los espectadores que, al menos esa noche y como para dejarlo tranquilo, fue calurosa.


10 de Octubre de 1997
Clarín (Diario Argentino)
Página Principal