Paul Simon debuta en Broadway
con un musical sobre los hispanos

 

Por Xavier Mas de Xaxas


Le llamaban “the capeman”, el hombre del sombrero, cuando no era más que un niño. Le condenaron a muerte en 1959 por haber matado a dos hom bres. Salvador Argón sólo tenía 16 años. Era puertorriqueño y había nacido en Nueva York, en el Bronx. La prensa lo convirtió en símbolo del mal, en símbolo de la inferioridad natural y del salvajismo irreparable de los hispanoamericanos: Su historia llegó a todos los rincones de Estados Unidos y ahora Paul Simon y Derek Walcott la han rescatado del olvido para crear el musical más esperado de la temporada en Broadway. El trabajo del músico y del poeta se ve reforzado en el escenario con la actuación de Rubén Blades.
“Es una historia sobre el perdón, la redención, la capacidad que tiene la sociedad de perdonar a los que la han atacado y la capacidad que tenemos las personas de autoperdonarnos. ¿Qúé hay que hacer para conseguirlo?”, se preguntaba anteayer Paul Simon en un encuentro
con críticos y periodistas para explicar el contenido de su primer musical en Broadway. “No sé, es la primera vez que hago algo así. No sé
cómo va a salir”, dice con ganas de que sea tan bueno como “Evita” y “A Chorus Line”, sus musicales favoritos.
“The capeman”, que tiene un coste de producción de siete millónes de dólares (más de mil millones de pesetas), se estrena en el teatro Marquis de Broadway el 8 de enero. Un mes antes empezarán los pases de preestreno y el 18 de noviembre Warner Music editará el álbum “Songs from the capeman”, el primero de Paul Simon en seis años.
No es sólo la historia épica de Salvador Argón, sino de tres generaciones de inmigrantes, de cuatro décadas de la historia de Estados Unidos. Paul Simon utiliza a Salvador Argón para pulsar la evolución de la sociedad estadounidense y cómo ésta trata a los más desfavorecidos. “Es un musical sobre los jóvenes, sobre el sistema de prisiones, las víctimas y los derechos de las víctimas.
¿Qué ha cambiado en 40 años? No parece que mucho.” Esta es la conclusión de Paul Simon tras haber visitado cárceles y haber, entrevistado a presos y condenados a muerte, de haber conocido a la familia Argón y entender cómo han vivido en Nueva York, superando la violencia de las calles para salir adelante. “No creo que ‘The capeman’ , sea un reflé de lo que sucede hoy en día —afirma Simon— No creo que hoy pueda condenarse a muerte a un muchachó de 1 6 años, pero sí que hay comunidades, como la asiáticá, que vivén situaciones similares y hay ciudades. como Newark, donde pasan historias parecidas, aunque nadie hable de ellas”.
Salvador Argón era sólo un niñc cuando entro en la banda llámada Los Vampiros. Era un “gang”, un grupo de amigos que jugaban a imponer su ley en el barrio donde vivían, el Bronx, desafiandó a otras bandas rivales y combinando las caricias de sus novias con los guiños de la muerte. Salvador mató a dos jóvenes en una pelea en “The Hell’s Kitchen”, fue detenido, juzgado y condenado a morir en la silla eléctrica. “No es una historia sobre ‘gangs’, como lo fue ‘West Side story’ —asegura—. Aquel musical, que, no me gustó, era una versión moderna de ‘Romeo y Julieta’, y todo paralelismo con ‘The capeman’ es que las bandas rivales son de blancos y puertorriqueños.”
Salvador Argón se pasó tres años en el corredor de la muerte esperando que le llegara el turno para sentarse en la silla eléctrica. Pero éste nunca llegó. La movilización popular que encabezaron personas tan impórtantes como el magnate Nelson Rockefeller y Eleanor Roosévelt, la viuda del presidente Franklin Delano Roosevelt, consiguió que el juez le conmutara la pena de muerte por una de cadena perpetua. En la cárcel, Salvador aprendió a escribir y se convirtió en defensor de los derechos’ de los presos. No salió en libertad hasta 1979. Sin embargo, sus pulmones nunca se recuperaron de los 20 años que habían estado hinchándose con el aire húmedo de la cárcel y en 1986 murió de neumonía en el Bronx.
Esta historia, épica y triste, serviría para escribir un musical lacrimógeno y deprimente. Sin embargo, Paul Simon huye de este peligro y
consigue que la mayoría de las 37 canciones de la obra sean optimistas y redentoras. La pluma del premio Nobel de Literatura Dereck Walcott logra la proeza. El poeta y dramaturgo consigue que las letras de las canciones escapen de los recursos fáciles y se conviertan en poesía musical mojada en el Caribe. “Walcott ha sido un gran maestro para mí —reconocía anteayer Paul Simon durante una pausa de los ensayos de la obra—. Ni él ni yo habíamos escrito nunca a cuatro manos. Nos costó mucho acostumbrarnos. Pero luego todo fue de maravilla, hasta el punto de que no podemos distinguir de quién es cada línea.” Casi siete años les ha costado escribir el libreto.


8 de Octubre de 1997
La Vanguardia
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