La noche que Málaga
miró hacia África

 

Por Antonio Javier López


Prefirió un almuerzo ligero porque por la noche tenía que trabajar. Tres horas antes del concierto seguía realizando pruebas de sonido. Pidió carteles y fotografías de sobra para que no faltaran los autógrafos y su camerino le pareció tan grande que prefirió que lo ocuparan los músicos. Los organizadores se extrañaban de la modestia de Paul Simon. Tenían demasiado reciente el divismo maleducado de George Michael, que apenas una semana antes apenas había pinchado en hueso con un fallido recital en La Rosaleda al que apenas acudieron 12.000 personas.

Simon duplicó el guarismo y metió a más de 20.000 personas en el estadio malagueño, última parada de la larga gira europea de 'Graceland tour', que ahora celebra su 25 aniversario. Un recital con el que la ciudad se postulaba en el circuito internacional de grandes conciertos. Y lo hacía, además, con un artista de repercusión planetaria en uno de los momentos cruciales de su carrera.

Porque Simon despegaba su vuelo en solitario después de ganarse un hueco en la historia de la música popular contemporánea de la mano de Art Garfunkel. Su propuesta folk daba un viraje hacia los ritmos étnicos, miraba hacia África con 'Graceland' y lograba su primer gran éxito en solitario. Aunque la apuesta se cobró su precio.

Duras críticas de la ONU
Sin olvidar las acusaciones de «neocolonialismo» que recibió por su proyecto, 'Graceland' le valió a Simon que tanto la ONU como el Congreso Nacional Africano le declararan persona non grata. Entendían ambos organismos que el músico había vulnerado el boicot cultural a Sudáfrica, por entonces todavía marcada por el 'apartheid'. Porque, además de la inspiración tribal, Simon había contando en 'Graceland' con músicos africanos de la talla de Miriam Makeba, Hugh Masekeba o el conjunto Ladysmith Black.

Un elenco de 26 artistas que acompañó a Simon durante aquella noche del 11 de julio de 1989 en La Rosaleda. «'Graceland' sirvió para poner el foco del público masivo en los grandes músicos africanos, aunque esa tendencia ya existía desde los años 60. La gira coincidía con el inicio del conocimiento global y con la expansión del CD como formato que le iba ganando la partida al LP y que favorecía una mayor difusión. Y a todo lo anterior se unió la incorporación de España a los circuitos internacionales de grandes conciertos durante los 80 después del aislamiento político y cultural de las décadas anteriores», argumenta el periodista y gestor cultural Héctor Márquez.

«En aquellos años, un grupo de promotores apostaron fuerte para que Málaga estuviera presente en el circuito internacional de grandes conciertos. Pensaban que podía ser una plaza atractiva, teniendo en cuenta el turismo de la Costa del Sol. Se organizaron conciertos de Génesis o George Michael, que sin embargo no tuvieron la acogida esperada. El que mejor funcionó en ese sentido fue el de Paul Simon», esgrime el crítico musical Paco Pérez-Bryan.

Un hilo que sigue el gestor cultural Salomón Castiel: «El concierto de 'Graceland' en La Rosaleda fue el que marcó aquella época. La pena ha sido que Málaga no se haya mantenido en ese ámbito de grandes acontecimientos musicales, con la excepción del concierto de los Rolling Stones en 1998».

Una forma de promoción
Al volver la vista atrás, el crítico musical Lutz Petry señala otro hito musical para aquella Costa del Sol de los 80: el concierto de New Order en Marbella en 1984. «Creo que aquella fue la época de oro de los conciertos en la Costa. Empezaban a desembarcar los grandes 'tours' internacionales y, además, las administraciones públicas invertían mucho dinero en ese tipo de espectáculos porque los consideraban una forma de promocionarse», sostiene el autor, junto a José Luis Cabrera, del libro 'Málaga y la nueva ola. Música y vida nocturna'.

Petry trae a colación una anécdota que ya forma parte del imaginario colectivo local: la fiesta flamenca que siguió al concierto de Paul Simon en La Rosaleda. Una juerga en la que actuó un cuadro flamenco con Chiquito de la Calzada a la palmas.

Una fiesta afro-rumbera en la que Simon se echó sus buenos bailes. Casi cuesta creerlo. Como que Paul Simon tocara alguna vez en La Rosaleda, ante más de 20.000 personas, en uno de los momentos más importantes de su carrera. Menos mal que están ahí las fotos -y los recuerdos- para confirmarlo.


28 de Mayo de 2012
Diario SUR
Página Principal