Paul Simon está más o menos
A una edad en la que la mayoría de los hombres se vienen abajo,
él se ha relajado y ha encontrado un nuevo aliciente

por Anthony DeCurtis

 

Suena la última canción del primer concierto de Paul Simon en el teatro Wiltern de Los Ángeles, y la multitud se pone en pie, entusiasmada. Simon interpreta 'Mrs. Robinson' para la ocasión, pero no se trata de la alegre melodía que Simon y Garfunkel hicieron famosa en su tiempo. El grupo de Simon, formado por once músicos y espoleado por tres percusionistas, es una máquina de ritmos y 'Mrs. Robinson' ha experimentado una transformación radical. Vincent Nguini, un guitarrista africano, ejecuta un 'riff escalofriante al estilo de Bo Diddley, y la canción hierve con sonidos R&B.
Pero la auténtica sorpresa se produce cuando Simon interpreta los versos finales. "Sentado en un sofá, un domingo por la tarde", canta, con una sonrisa mordaz. "Viendo debatir a los candidatos / Da igual que rías o grites, a la hora de elegir / Te pongas como te pongas, siempre pierdes".
"Fue impresionante, ¿no?", dice Simon al día siguiente, a propósito de la renovada significación del tema. Viste pantalones holgados y su inevitable gorra de béisbol. "Es la primera vez que cantamos esa canción en la gira. "No sabía cómo resultaría hasta que empezamos a tocarla".
La fuerza de sus canciones surge de su capacidad para ver las cosas desde distintas perspectivas. En la esfera del arte, eso es una virtud. Cuando se aplica a la vida, puede complicar las cosas innecesariamente. Ese es uno de los motivos por los que Simon afronta su ingreso en el Salón de la Fama del Rock & Roll con cierta ambivalencia. (Será la segunda incorporación de Simon; la primera fue en 1990, por su trabajo con Garfunkel. Este año se homenajea su carrera en solitario). "Cambio siempre de opinión sobre estas cosas", dice. Permanece en silencio unos segundos. "En principio, resulta agradable", prosigue. "Pero la verdad es que no sé dónde está ese sitio. Ni siquiera sé si existe. No es más que un concepto".
Su ingreso en el Salón de la Fama se produce en un momento en que Simon ha vuelto a plantearse su relación con el público. Durante mucho tiempo, se le ha considerado un músico distante. A los 59 años, su voluntad de actuar en directo es evidente. Mueve las caderas, agita los brazos, acentúa los acordes de su guitarra y anima al público a ponerse en pie y bailar. "He cambiado mi puesta en escena", dice. "Yo era contrario a lo idea del espectáculo. En parte, por reacción a la época de Simon y Garfunkel, en la que tenía que hablar mucho y decir cosas graciosas. Cuando aquello acabó, dije 'gracias a Dios. No tengo ganas de ser gracioso'. No es que yo haya hecho lo mismo, pero me impresionó ver a Miles Davis dando la espalda al público. Fue como si dijera 'no os estoy suplicando que me queráis. Estoy tocando. Si os gusta, estupendo. Si no, os podéis ir'. Ése fue el origen de mi actitud, aunque yo no me había ganado el derecho a comportarme así".
Esta postura llegó al paroxismo a comienzos de los noventa. Simon estaba en plena gira promocional de The Rhythm Of The Saints cuando tomó la decisión de no tocar más. "Fue en mitad de un concierto. Creo que la siguiente canción era You Can Cal Me Al", dice. "Ninguna otra de mis canciones ha tenido esa capacidad de hacer bailar a la gente. Pero, precisamente por eso, algo dentro de mí me dijo 'no la toques. La canción ya no existe. Se la han llevado".

La nueva conversión de Simon tuvo lugar en la primavera de 1999, cuando interrumpió la gira de You're The One para echarse a la carretera con Bol Dylan. "Cuando empecé a tocar con él, me di cuenta de que el público tiene un intenso deseo de divertirse", dice. "Yo pensé 'eso es lo mío'. ¿Para qué estoy actuando, si no? De modo que he cambiado de actitud". Cuando le pregunto por el motivo de este cambio, a Simon se le llenan los ojo de lágrimas: fue una especie de despertar espiritual. "Me sentí agradecido de estar vivo", dice. "Tuve una sensación de asombro. Pensé que lo único que Dios nos pide es que disfrutemos de la vida y del amor. No importan las metas que alcancemos. Lo que hace falta es apreciar la vida y amar: en eso consiste todo".
Simon tiene tanta fama como letrista y compositor que, con frecuencia, se olvida de que es también un intérprete audaz que ha tocado con una extensa nómina de músicos a lo largo de su carrera. Su grupo actual que se remonta al disco You're The One de hace dos años, es un claro ejemplo de esa trayectoria. Vincent Nguini, guitarrista camerunés, comenzó a tocar con Simon en The Rhythm Of The Saints. El batería Gadd trabajó por primera vez con Simón en el disco Still Crazy After All These Years, de 1975. El bajista Bakithi Kumalo se incorporó en la época de Graceland. El teclista Tony Cedras, al que Simon presenta cada noche como un nativo de Louisiana, por sus apasionados ejercicios de cajún en el tema That Was Your Mother, de Graceland, es, en realidad, sudafricano.
"Soy hijo de músico", dice Simon sobre su padre, Louis, fallecido en 1995, era líder de una orquesta. "He crecido entre músicos. Estoy más cómodo con ellos que con cualquier otro tipo de gente". "Me gustaban sus amigos, los músicos", añade. "No paraban de reírse. Mi padre estaba casi siempre de buen humor".
A los 14 años, su padre le compró una guitarra y le enseñó algunos acordes para que pudiese tocar las canciones que tanto le gustaban. Y ello a pesar de que su padre "no soportaba el rock & roll", dice Simon afectuosamente. Aquella generosidad tuvo un resultado práctico. "En verano, su orquesta solía tocar en las fiestas de los barrios", dice Simon. "Luego me dejaban tocar rock & roll. Yo tocaba y la orquesta me seguía. Debía de tener 16 años, y conocía todas las canciones que los chicos querían oír. Frankie Lymon, Elvis Presley. Los músicos me tomaban el pelo, pero estaban encantados. Y los chicos se divertían".
Es difícil olvidar esas veladas musicales ahora que Simon realiza una por los teatros para promocionar su disco You're The One. Este último trabajo supone el retorno de Simon al estilo observador y minucioso anterior a Graceland. Temas como Darlíng Lorraine, Old y Hurricane Eye han adquirido un vigor renovado en los conciertos. Pero aunque el público se muestra receptivo a las nuevas canciones que ha incorporado a su repertorio de 30 títulos, la mayoría de la gente acude a escuchar los viejos éxitos que le hicieron famoso. Afortunadamente, las canciones de Simon adquieren nuevos significados con el tiempo. En los sesenta, el compositor del dúo Simon y Garfunkel supo describir, con maestría, la evolución de la década desde la ingenuidad y la esperanza hasta la confusión y el desengaño. Dejó un puñado de canciones que forman parte de la mejor tradición de la música popular: The Sounds Of Silence, America y, por supuesto, Bridge Over Troubled Water. En su etapa como solista, reflejó la libertad, la inquietud y la insatisfacción de la década de los setenta en temas como 50 Ways To Leave Your Lover, Slip Slidin' Away y Still Crazy After All These Years. En los ochenta, los ritmos universalistas de Graceland impugnaron la brutalidad del apartheid sudafricano y la xenofobia.

Más dificiles fueron los noventa. The Rhythm Of The Saints, un disco meritorio con el que Simon dejaba constancia de su interés por la música brasileña, anunciaba un futuro prometedor. Pero en realidad, reconoce Simon, "se trataba de una pieza de acompañamiento de Graceland. No era una novedad". Simon estaba encantado con el éxito de Graceland, pero tenía que seguir avanzando. "No quiero ser Paul Simon, el de Graceland", dice, terminante. "llegó un momento en que la historia ya no daba más de sí".
A continuación, dedicó siete años a la producción de The Capeman, un musical basado en la guerra de bandas en el Nueva York de los cincuenta. La obra suscitó una enorme expectación, pero la comunidad de Broadway acusó a Simon de intrusismo y el espectáculo cayó rápidamente del cartel, en medio de un aluvión de críticas.
You're The One también tuvo sus problemas. El álbum recibió críticas favorables, pero no se ha vendido bien. Este es un problema común a muchos artistas de la generación de Simon. Siempre habrá un público para sus conciertos, porque la gente no se cansa de escuchar las viejas canciones, pero les resulta cada vez más difícil que se interese por las nuevas. Los medios están obsesionados por la juventud y la radio no ha sabido crear un formato para artistas de más edad que se resisten a vivir de las glorias pasadas. "Ni siquiera ponen el disco", explica Simon. "No es que lo rechacen. Te dicen, 'me encanta. Es mi preferido. Pero no lo puedo poner".
Después de ocho semanas de gira, Simon está deseando volver a casa. En 1992, se casó con Edie Brickell, la ex cantante de New Bohemians, con la que ha tenido tres hijos. Simon tiene, además, un hijo adulto de su anterior matrimonio. "Me siento solo. Quiero volver con los niños, con Edie", comenta antes del concierto final. "Lo peligroso de las giras es que fomentan el egocentrismo. La gente te aplaude, te hacen entrevistas. En casa dejo de ser el centro de atención. Hay otras personas de las que ocuparse, y eso es bueno".
Pero no dejan de surgir problemas de mayor envergadura. "Siempre me planteo si volveré a tener una idea interesante", dice Simon. "¿Estoy llegando al final? ¿En qué medida me afectan los años? Nuestra generación ha llegado a un límite. ¿Vamos a seguir adelante, como B.B. King, o no?"
Lo cierto es que Simon va a reemprender su gira por Estados Unidos en primavera, y probablemente, actuará en algunos conciertos con Dylan. Es difícil imaginarse a Simon abandonando la escena discretamente. Al fin y al cabo, es el autor de The Boxer, y se identifica con esa imagen.
"Alguien me preguntó una vez si era ambicioso y competitivo por mi corta estatura", sonríe al recordar el descaro de la pregunta. "Yo contesté, 'no sé, tío'. John Lennon no era bajo. Bob Dylan no es demasiado alto, pero los Beatles y los Stones tampoco son pequeños. Somos una generación de personas competitivas. Yo intento no serlo, pero al final lo soy. Si hay que abrirse paso a empujones, no me quedo atrás. No tengo miedo de vivir entre músicos, porque es el mundo que conozco".

 

 



Febrero de 2001
Rolling Stone españa

 

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