El viaje de Paul Simon
a Brasil y más allá

Por Stephen Holden

En los primeros compases del extraordinario nuevo álbum de Paul Simon, "The Rhythm of the Saints'', los únicos sonidos que se oyen son los estruendosos ritmos del grupo de percusión brasileño Olodum. El ritmo no tarda en aumentar hasta convertirse en una cadencia acelerada, a la que se une un fragmento instrumental tomado del éxito doo-wop de 1957 de las Silhouettes, "'Get a Job'''.

Intercalando una narrativa enigmática con frases llamativas como "¿Por qué negar al niño obvio?"  y "La cruz está en el terreno de juego", el compositor cuenta la historia de un hombre común desconcertado que reflexiona sobre los cambios de la vida mientras hojea su anuario del instituto. El corte concluye con los acordes de otro éxito doo-wop de 1957, "'Desirie''' de los Charts.

La canción "The Obvious Child'', como gran parte de The Rhythm of the Saints, suena como ninguna otra canción de pop contemporáneo. Con su yuxtaposición de rock and roll primitivo y percusión sudamericana, que recuerda a los ritmos marciales del éxito de Simon de 1975, "Fifty Ways to Leave Your Lover'', reúne fragmentos pop que abarcan más de tres décadas y tres continentes en una ensoñación musical alusiva que va más allá de la designación genérica. Incluso más que en su obra maestra de 1986, el álbum Graceland, Simon ha fusionado, remodelado y refinado la música de raíces de culturas divergentes en una canción artística de estudio de texturas por capas y poesía melancólica y misteriosa.

The Rhythm of the Saints no es más que la última expresión del idilio de Simon con los sonidos musicales exóticos. Es un romance que durante los últimos 35 años le ha obligado a recrear e integrar esos sonidos en sus grabaciones.

"Mi primera influencia fue el rock and roll'', recordaba recientemente Simon, de 48 años. "Para un niño de 12 años que crecía en Queens en los años 50, los sonidos del doo-wop y de la música negra del sur eran como música de otra cultura. Solía escuchar el programa de rock and roll de Alan Freed seis noches a la semana. Los domingos, cuando no lo emitían, buscaba en el dial de la radio algo que pudiera escuchar, y así fue como encontré el gospel''.

El rock and roll se convirtió en el elemento básico de la música de Simon desde sus primeros discos. El gospel, que se convirtió en una influencia más fuerte posteriormente, inspiró el tema más famoso de Simon and Garfunkel, "Bridge Over Troubled Water'', en 1970.

Mientras vivía en Inglaterra a principios de los 60, Simon se sintió atraído por las baladas folk del norte del país. Martin Carthy, el renovador del folk inglés, le enseñó la letra y los acordes de "Scarborough Fair'', una canción tradicional que se convirtió en la firma del maduro estilo folk-pop de Simon and Garfunkel. En la misma época, descubrió el ska, el alegre estilo jamaicano de dos ritmos que precedió al reggae e influyó decisivamente en su éxito de 1972, "Me and Julio Down by the Schoolyard''. Durante su estancia en París en los años 60, Simon escuchó por primera vez al grupo boliviano Los Incas, cuyo etéreo folk andino sirvió de base instrumental para el éxito de Simon and Garfunkel de 1970, "El cóndor pasa''.

Pero la transposición musical más audaz que Simon hizo antes de The Rhythm of the Saints fue, con diferencia, Graceland. Al mezclar la música sudafricana conocida como mbaqanga con el pop estadounidense, junto con una pizca de zydeco de Luisiana, su pasión por los híbridos musicales alcanzó una nueva vitalidad y sofisticación. Graceland, del que se vendieron más de dos millones de copias en Estados Unidos, devolvió a Simon a lo más alto de las listas de álbumes pop tras un periodo de declive comercial. Pero también fue un acontecimiento cultural: el disco, que dio a conocer el mbaqanga a un público internacional, contribuyó a alimentar las energías del movimiento sudafricano contra el apartheid.

Según Simon, Graceland marcó un punto de inflexión en su vida personal y artística tras una serie de decepciones. En 1980, su película semiautobiográfica, One-Trick Pony, fue un fracaso comercial y recibió una tibia acogida por parte de la crítica. Aunque su reencuentro con Art Garfunkel en un concierto en el Central Park de Nueva York se convirtió en un álbum superventas y se prolongó en una exitosa gira, Simon declaró que, para él, "no fue divertido".

"Durante un tiempo perdí el norte'', recuerda. "Estaba la película, luego la reunión, junto con mi matrimonio con Carrie Fisher y el divorcio y la confusión sobre si Artie estaría o no en mi próximo álbum, Hearts and Bones. Luego estaba la cuestión de si habría tiempo para hacer el álbum, porque estaba ensayando para la gira de reunión. Todo eso, seguido del fracaso comercial de Hearts and Bones, me dejó hecho polvo. No empecé a recomponerme hasta que me enamoré de la música de Sudáfrica. Por aquel entonces pensé: bueno, me encanta esta música y probablemente no vuelva a tener ningún éxito, así que ¿qué más da? Durante ese tiempo volví a enamorarme de la música''.
The Rhythm of the Saints, cuya realización duró más de dos años y costó un millón de dólares (frente a los casi 700.000 gastados en Graceland), es un híbrido igualmente ambicioso que explora territorios musicales diferentes pero relacionados. En lugar de pop negro sudafricano, se basa en los ritmos tradicionales de Brasil y África occidental que llegaron al Nuevo Mundo con la trata de esclavos y se convirtieron en los ritmos ceremoniales de las religiones católicas afro-romanas de Sudamérica y el Caribe.

Al igual que hizo con Graceland, Simon acudió a las fuentes para grabar elementos importantes del álbum. Hizo cuatro viajes a Brasil y uno a París para trabajar con los numerosos percusionistas sudamericanos y músicos de África occidental que predominan en el disco.

Su interés por hacer un álbum con percusión se vio estimulado, dijo, por sus contactos con tres músicos de renombre internacional: el productor estadounidense Quincy Jones, el líder de banda y teclista puertorriqueño Eddie Palmeri, y el cantante y compositor brasileño Milton Nascimento.

"Cuando estaba terminando Graceland, Quincy Jones me dijo que las grandes voces de África proceden del sur, pero que los grandes percusionistas vienen del oeste", explica Simon.

"Después de terminar Graceland, Eddie Palmeri me ayudó con las primeras fases de un musical que empieza en Puerto Rico en los años 40 y acaba en Nueva York en los 80. Me dijo que Cuba era donde residían los grandes percusionistas polirrítmicos.  El título, "El Ritmo de los Santos", surge de la creencia de que el espíritu santo estaba dentro de los tambores utilizados en los rituales de religiones como la cándomble, la santería y la macumba, que sincretizaban deidades africanas con santos católicos''.

Mientras Simon trabajaba en el musical, que ha sido pospuesto pero no abandonado, Nascimento le envió dos melodías con una invitación a ponerles letra. Simon, cuyas únicas colaboraciones anteriores como compositor fueron cuatro líneas para Mass, de Leonard Bernstein, y una letra para Songs From Liquid Days, de Philip Glass, acabó contribuyendo sólo con una armonía vocal a una canción. Pero Nascimento y él entablaron una amistad. Y cuando el brasileño le invitó a visitar su país, Simon le pidió que le presentara a los percusionistas tradicionales.

Simon viajó finalmente a Brasil en febrero de 1988. Lo primero que hizo fue grabar a varios percusionistas brasileños en un estudio de Río de Janeiro. Mientras exploraba el país, escuchó a Olodum, un conjunto de 10 percusionistas de bombo y cuatro de caja, en la plaza de Salvador, la capital del estado de Bahía. Los grabó in situ. A través de una red de contactos cada vez más amplia, Simon descubrió a otros músicos clave del álbum. Entre ellos están Vincent Nguini, guitarrista, y Armand Sabal-Lecco, bajista de 20 años afincado en París, ambos de Camerún, y Uakti, un cuarteto de percusionistas con formación musical académica del estado brasileño de Minas Gerais.

Las fases posteriores del proceso de grabación tuvieron lugar en Nueva York y en ellas participaron varios músicos estadounidenses, entre ellos el guitarrista J. J. Cale, el teclista Greg Phillinganes y dos acordeonistas de Luisiana, C. J. Chenier (hijo del fallecido Clifton Chenier) y Jimmy McDonald. El músico estadounidense que más contribuyó al álbum fue Michael Brecker, el saxofonista de jazz y mago de los sintetizadores que sobregrabó una serie de sonidos y texturas electrónicas inclasificables, muchas de las cuales se asemejan a rústicas instrumentaciones acústicas.

En The Rhythm of the Saints, al igual que en Graceland, Simon explicó que los ritmos precedieron a las canciones. Trabajando con percusionistas, desarrolló las formas de las canciones y estableció los compases. Pero no fue hasta el final cuando escribió melodías y letras. Las melodías surgieron improvisando con la voz y la guitarra mientras escuchaba las pistas rítmicas.

"Esperé a que las melodías y las letras surgieran de las pistas", explica. Como los tambores tienen su propia tonalidad, cuanto más escuchaba, más me sugerían ciertos sonidos y frases''.

Para la inspiración lírica, se basó en gran medida en las letras de Derek Walcott, el célebre poeta de San Vicente que enseña en la Universidad de Boston. "Es un poeta extraordinario cuyos escenarios caribeños parecían encajar con lo que estaba ocurriendo", afirma Simon. "Empezaba utilizando sus palabras, y luego, poco a poco, las iba abandonando para utilizar las mías. Se me ocurrían frases que me parecían bonitas, aunque no tenía ni idea de lo que significaban. La frase "Why deny the obvious child?' (¿Por qué negar al niño obvio)'' es muy fácil de decir. La frase "The cross is in the ballpark (La cruz está en el terreno de juego)'' me pareció una frase rítmica satisfactoria contra la percusión. A menudo me encontraba saltando de un tema a otro en la misma canción''.

Las 10 canciones de The Rhythm of the Saints parecen estar construidas en torno a frases resonantes pero a menudo enigmáticas. "Further to Fly'', una ensoñación erótica, gira en torno a la línea "The open palm of desire (la palma abierta del deseo)''. En "The Coast'' la historia de una familia de músicos ambulantes, los versos "Summer skies, stars are falling/ All along the injured coast (Cielos de verano, las estrellas caen/ A lo largo de la costa herida)" se convierten en un estribillo recurrente. "Can't Run But'' tiene unos efectos de percusión increíblemente delicados que sugieren la presencia de ratones revoloteando en la cabeza. En la letra de la canción, el accidente nuclear de Chernóbil es una pesadilla de la que se intenta huir, pero en la que la movilidad es casi imposible: "I can't run but/ I can walk much faster than this (No puedo correr, pero puedo andar mucho más rápido que esto)".

Una de las canciones más trascendentales del álbum, "The Cool, Cool River", reflexiona sobre la violencia urbana con una música suavemente inquietante salpicada de ritmos agudos e irregulares que dan la sensación de golpes repentinos y aplastantes.

"The Cool, Cool River" es una de las dos canciones que ofrecen una sobria visión del mundo. La otra, la conmovedora "Born at the Right Time", yuxtapone la imagen de alguien que ha nacido con todas las ventajas frente al sombrío lienzo de un mundo superpoblado y empobrecido.

Al igual que las canciones de Graceland, las de The Rhythm of the Saints compilan una visión del mundo que es a la vez personal y global. La mezcla de elementos primitivos y refinados de la música confiere al álbum la riqueza de una doble visión que opera simultáneamente en todo momento.

Mientras que Graceland era un álbum de colores primarios con un explosivo pero tácito subtexto político, The Rhythm of the Saints es una colección de colores pastel que evocan un embriagador mundo tropical lleno de fantasmas sobrenaturales. Cada canción crea su propia atmósfera. Del ambiente triunfal de "The Obvious Child'', se pasa a la ansiedad ("Can't Run But''), el bienestar ("The Coast'' y "Proof''), el romance y la seducción ("Further to Fly'' y "She Moves On''), la contemplación mundana ("Born at the Right Time'' y "The Cool, Cool River'') y, por último, la receptividad espiritual ("Spirit Voices'' y la canción que da título al álbum). El álbum se apaga con una oración suavemente cantada: "Reach in the darkness/ A reach in the dark (Extiende la mano en la oscuridad / Una mano en la oscuridad").
Aunque no parezca obvio, uno puede sentir cómo las semillas de The Rhythm of the Saints se sembraron hace décadas, cuando el Simon era un adolescente que escuchaba a Alan Freed pinchar rock and roll en la radio.
"Explorar la música de otras culturas puede ser una idea intelectual, pero no es realmente así como he obtenido mis inspiraciones", subraya Simon. "A lo que respondí en Graceland fue al sonido de la música. Al principio ni siquiera sabía de dónde venía esa música. Parte de la batería de The Rhythm of the Saints suena muy parecida a la música de la otra cara de "Earth Angel" de los Penguins, una canción llamada "Hey, Senorita'', que siempre me ha encantado".

"Bo Diddley tenía un ritmo de guitarra increíble con maracas. Era el sonido del vacío y la percusión y un groove sin contratiempo, y me encantaba. Cuando escuchaba a Bo Diddley no sabía lo que estaba diciendo, si era "Mi niña bonita, era un pájaro'' o "Mi niña bonita, fue asesinada''. Pero daba igual. Me conmovía. Era poderoso. Y sigue dando igual que alguien cante en zulú, en portugués o en la jerga del rap. El oído está dispuesto a aceptarla cuando el ritmo es el adecuado''.

 

 

14 de Octubre de 1990
The New York Times
(Traducción: The Sound of Simon)



Página Principal