Adiós 30 años de Rencores

 

por Álvaro Feito


Su separación hace 32 años fue una sorpresa nunca bien explicada. “Todavía lo lamento”, ha declarado recientemente Arthur Garfunkel. Hace tanto tiempo que no cantan juntos que el dúo musical por excelencia de los años 60 es un desconocido para el público joven. Pero los más “carrozas” tendrán oportunidad de resarcirse en breve de esa disolución misteriosa. La marca Simon & Garfunkel vuelve a funcionar a partir del 18 de octubre en una extensa gira que les llevará de punta a punta de EEUU. Además, un nuevo disco recopilatorio y un vídeo de uno de sus conciertos saldrán a la venta el 3 de noviembre.

Como escribió el premio Pulitzer David Halberstam, “la música de Simon y Garfunkel posee un poder especial, el de evocar otro tiempo y otro lugar”. Parece que este impulso de atracción sigue estando bien presente, 30 años después de sus días más triunfales.¿Qué puede empujar a unos artistas bendecidos por el mayor de los éxitos comerciales a remover fantasmas y antiguas experiencias, regustar el agridulce placer de las citas con audiencias enfervorizadas, paladear el incómodo trajín de constantes viajes, para repetir hasta la saciedad, una noche tras otra, las mismas viejas canciones?
¿Qué más necesitan dos señores hechos y derechos, que han cumplido ya 62 años, con varios matrimonios y algún que otro hijo? (Paul se casó con la cantante de rock Eddie Brickell y con la actriz Carrie Fischer, famosa por interpretar a la Princesa Leia en La guerra de las galaxias. Garfunkel, por su parte, mantuvo en secreto a sus mujeres, pero no a su pequeño hijo cantante, de pelambrera tan alborotada y rubia como la suya).

Respuestas soplan en el viento para todos los gustos. “Lo que pasó, pasó, es tiempo de decir perdón, olvidarse y salir adelante”, sentenció Paul el pasado 8 de septiembre, al anunciar en público esta reconciliación musical. Comenzarán juntos una gira el próximo 18 de octubre y publicarán un nuevo disco recopilatorio el 3 de noviembre. Los intérpretes inolvidables de Puente sobre aguas turbulentas y Los sonidos del silencio habían roto su amistad en pleno cénit de su trayectoria. Corría entonces el año 1971.

Cansados de tantas loas y alabanzas, o simplemente peleados por mundanas cuestiones de derechos de autor y enfrentamiento de egos, el caso es que Art comenzó una tibia y algo deslavazada carrera cinematográfica como actor (Catch 22, Conocimiento carnal y El graduado), mientras que Paul se concentraba en su carrera como solista.

Ambos son originarios de dos entornos diferentes cercanos a Nueva York, de clase media acomodada. Simon nació el 13 de octubre de 1941 en Newark, New Jersey, pero creció en el barrio de Queens, donde también vio la luz Arthur Garfunkel en idéntico año. Se conocieron en el Instituto de Forest Hills, donde cursaban estudios secundarios. Coincidieron en 1953, y pronto supieron de sus compartidas aficiones artísticas.

Dos temporadas más tarde realizaron su primera grabación como semiprofesionales, un tema compuesto al alimón, The Girl for Me. Pero fue en el invierno de 1957 cuando, bajo el algo cómico apelativo de Tom y Jerry, alcanzaron su primer (relativo) éxito: Hey Schoolgirl, un tema a caballo entre el du dúa imperante en la música juvenil y el homenaje a sus ídolos, los Everly Brothers, la pareja de las maravillosas armonías vocales.

Fue en i964 cuando el álbum Wednesday Morning 3 a.m. irrumpió en el mercado con su fresco y limpio sonido prehippy. Bob Dylan había lanzado ya tres discos acústicos. Precisamente, su famosa canción Los tiempos están cambiando fue retomada por el dúo para su genuino álbum de presentación. No pasó nada especial con este disco. Ante la escasa, por no decir nula, acogida que recibían sus canciones, impregnadas ya de una suave poesía melancólica y unas inquietudes literarias fuera de lo habitual, Paul Simon decidió intentar el camino del exilio en solitario en Inglaterra. Allá se fue en 1964, guitarra en mano, para introducirse en los coffe houses y clubes del Reino Unido. Incluso llegó a grabar un disco, The Paul Simon Songbook, con la primera versión, desnuda de arreglos, de Los sonidos del silencio.

Número uno.
Cuando regresó a su tierra natal un año después, se encontró con un número uno en Billboard y Cash Box, las biblias de la industria sonora: el productor Tom Wilson había realizado (sin notificarlo a Simon) un nuevo arreglo de Los sonidos del silencio, incorporándole una ligera base rítmica de bajo y guitarras eléctricas y batería, y ello bastó para que las masivas audiencias captaran mejor el mensaje. Comenzaba la era Simon y Garfunkel, que ya no habría de cesar en su triunfal ascensión hasta casi una década después. De ese álbum se han vendido hasta el momento más de cinco millones de copias en todo el mundo.

Los libretos con los acordes para guitarra de las canciones de Simon comenzaron también a expenderse como churros, y una imparable sucesión de brillantes canciones brotaron por doquier. A most peculiar man hablaba del suicidio de un olvidado homeless, cuando apenas se empleaba ese término para los desarraigados. Homeward Bound se centraba en la nostalgia del hogar en épocas de búsqueda y penurias. I Am a Rock reivindicaba la soledad como medio de aprendizaje personal...

El mundo asistía atónito a esta explosión de poesía callejera. Los siguientes elepés no hicieron sino corroborar y aumentar esa impresión. En el tema Silent Night/Seven O’Clock News, una antigua canción navideña se ve silenciada por la grabación de un boletín radiofónico con noticias sobre manifestaciones en favor de Martin Luther King o de la guerra de Vietnam. Bookends (1968) fue el que más hizo por su reputación artística. Álbum conceptual, repleto de magia, incluía grabaciones efectuadas en residencias de ancianos y canciones rebosantes de melancolía. Old Friends quedó como un himno a la amistad y América, evocando el fantasma del ídolo del béisbol Joe DiMaggio, dibujaba con trazos sombríos la realidad de un país que se desmoronaba anímicamente. Sin duda, una de las mejores canciones de la década.

La banda sonora de El graduado, película que causó un gran escándalo a finales de los años 60 por retratar las relaciones sexuales entre una mujer madura y un joven acomodaticio, proporcionó el gran hit Mrs. Robinson (“Y esto te lo digo a ti, señora Robinson, Jesús te ama más de lo que tú crees”).
El adelanto de otro excepcional tema, The Boxer, descripción de un submundo de aspirantes a personas en el seno de una jungla urbana, preparó ya el camino para el que habría de ser otro bombazo, Puente sobre aguas turbulentas. La cima del éxito y el abismo de la discordia venían unidos de la mano. Ésta pasa por ser la canción más popular en la historia de Simon y Garfunkel. Consiguió lo inesperado: ser el disco pop más vendido de la década de los 60, y el segundo en toda la historia: casi 20 millones de copias.

Sentimental.
El tema era un compendio de buenas intenciones. Y propició una desgarradora y lacrimógena interpretación solista de Garfunkel, con su desmelenada cabellera rubísima en todo lo alto. La letra decía: “Cuando estés abrumado/ y te sientas insignificante /cuando haya lágrimas en tus ojos/ yo las secaré todas/ estaré a tu lado./ Cuando las circunstancias/ te sean adversas/ y no encuentres amigos/ yo me desplegaré/ como un puente sobre aguas turbulentas/ y aliviaré tus pensamientos...”.

Paul Simon, en la sombra, asistía tímidamente, con su segunda voz de acompañamiento, a tan tremendo despliegue de facultades, reforzadas aún más por un aparatoso tratamiento orquestal in crescendo. Lejanos quedaban los días del minimalismo folk. Es una canción que Art Garfunkel no ha dejado de interpretar. Sin embargo, Paul Simon no la incluye nunca en su repertorio solista, y las razones para ello están bien claras: su timbre y potencia de voz no han alcanzado nunca los registros necesarios para estos menesteres.

Acerca de la separación, las explicaciones fueron parcas. “No es que yo persiguiese una carrera en solitario”, ha manifestado Paul. “Lo que ocurrió es que había otros tipos de música que yo quería explorar”. “Yo no tenía ninguna aspiración de ser una estrella del cine”, dijo Garfunkel, “aunque sé que eso es lo que se dijo en su día. Quería hacer un alto en el camino. Todavía lo lamento”.

12 de Octubre de 2003
Magazine de El Mundo

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