El Sonido del Silencio


Hola oscuridad, vieja amiga,
he vuelto para hablar contigo de nuevo,
porque una visión que se deslizó con sigilo
me dejó su simiente mientras dormía.
Y esa visión que quedó plantada en mi mente
aún permanece
dentro del Sonido del Silencio.

En sueños agitados caminé a solas
por estrechas calles empedradas.
Bajo el resplandor de una farola
volví el cuello hacia el frío y la humedad
y entonces mis ojos fueron asaeteados por el destello de una luz de neón
que rasgó la noche
y rozó al Sonido del Silencio.

Y bajo la desnuda luz pude ver
a diez mil personas o tal vez más.
Gentes que charlaban sin hablar,
gentes que oían sin escuchar,
gentes que escribían canciones que ninguna voz jamás compartiría.
Y ninguno se atrevió a
perturbar el Sonido del Silencio.

Locos, les grité, ¿es que no sabéis
que el silencio crece como un cancer?.
Oíd mis palabras que quizás os sirvan de lección.
Coged mis brazos para que os pueda abrazar.
Pero mis palabras cayeron como silenciosas gotas de lluvia
y resonaron como un eco
en los pozos del silencio.

Y la gente se postró y se puso a rezar
ante el dios de neón que habían creado.
Y el anuncio se encendía y se apagaba mostrando su mensaje
con las palabras que iba formando.
Y el anuncio decía: “Las palabras de los profetas están escritas en las paredes del metro
y en los pasillos de los bloques de alquiler”.
Y susurró en el Sonido del Silencio.


© Traducción/Translation: José María Escudero, 1999

 

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