El Maestro


Hubo una vez un maestro de gran renombre
Cuyas palabras eran como las tablas de la ley
Para navegar por el mar de la tristeza
Para proteger la frágil mente de la locura
Coged vuestras pertenencias y seguidme,
Como todo a tu alrededor se echa a perder

Bueno, yo no era más que un niño de la ciudad,
mis padres eran hijos de descendientes de inmigrantes,
así que lo seguimos, y, al igual que sus seguidores,
naufragamos en una montaña que tenía un manto de nieve,
y comimos las bayas y las raices
que crecían entre las hileras de árboles.

El visionario del amor duerme cada vez más profundamente
en un edredón de estrellas.
Hace frío, hace frío.

El tiempo y la abundancia hicieron sus pasos más torpes,
así que el maestro se dividió en dos.
Una mitad devoró los bosques y los campos
y la otra mitad sorbió el agua de las nubes.
Y a nosotros, como tontos, nos sorprendió el poder de su apetito.

El visionario del amor duerme cada vez más profundamente
en un edredón de estrellas.
Hace frío.

A veces no sabemos ni quiénes somos.
A veces la fuerza nos domina y gritamos:
Maestro, condúceme hasta casa.
Llévame a casa, maestro.
Llévame a casa.
Condúceme a casa, maestro.
Llévame a casa.


© Traducción/Translation: José María Escudero, 2000

 

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